Discurso de un padre en la boda de su hija:
Philip, te quiero contar una historia. Y como todas las buenas historias, comienza así…
Érase una vez, un padre (y en caso de que no lo notes, soy yo) que tenía un pequeño y maravilloso hijo. Era muy feliz. Luego un día se enteró que su esposa tendría otro bebé.
Entonces recé: “Señor, si es tu voluntad, hazla una niña”. Y lo hizo.
Fui la primera persona en sostenerla en brazos. La miré y dije: “Señor, hazla como su madre”. Y lo hizo.
Era amorosa, dadivosa, tan buena y amable. Pero luego me di cuenta que me estaban excluyendo. Así que dije: “Señor, hazla como yo”. Y así lo hizo.
Ella podía manejar un camión y un tractor. Podía cargar heno y masticar tabaco. ¿Te das cuenta de lo que te estás llevando? Pero al mismo tiempo, era terca, emotiva y cabeza dura.
Entonces dije: “Señor, ¡suficiente! Hazla como tú”. Y lo hizo.
Le dio el deseo de servir a la gente. Ella ama a la gente. Dio su vida para ser enfermera. Trajo a la gente de regreso de la muerte. Y sostuvo la mano de personas que han dado su último respiro. Dio su corazón a las misiones y ha caminado por todo el mundo empujando canoas por las crecidas de los ríos, se tiró al suelo mientras las balas sonaban afuera. Todo, para poder contar a la gente sobre Jesús.
Pero, algo seguía faltando. Entonces dije: “Señor, hazla feliz”. Y te conoció.
¿Ves esa mirada en su rostro? Yo nunca la había visto, hasta que te conoció. Y estoy agradecido por eso.
Hoy, te estoy dando lo mejor que tengo para dar. Y sólo quería que supieras antes de que lo haga, lo duro que Dios y yo hemos trabajado para tenerla lista.
Así que Philip, mientras te la entrego, no creo que te importe si te doy un consejo más. Dios y yo hemos trabajado duro… ¡¡¡No la cagues!!!
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