jueves, 31 de octubre de 2013

Niños caprichosos

¿Qué hace a un niño caprichoso?

Todo el ambiente en el que vive el niño influye y determina su comportamiento.

No debemos olvidar, que los padres somos modelos y nuestra forma de actuar será lo primero que adopten. Somos su primer ejemplo y un referente seguro para ellos.

Aunque también la publicidad, la televisión y los valores sociales predominantes influyen sobremanera en nuestros hijos, inundándolos con mensajes atrayentes, ejerciendo sobre ellos gran presión social ya desde temprana edad y provocando la sensación de que esos modelos egoístas, caprichosos y materialistas que suelen ver en los programas de televisión son la referencia más eficaz para conseguir las cosas.

Saber decir no

Ceder ante las exigencias de los niños puede ser muy tentador. Superados por el cansancio, los sentimientos de culpa o con la paciencia totalmente agotada podemos satisfacer los caprichos de los niños escudándonos en la creencia del “ya tendrá tiempo para aprender”, pero quizás cuando llegue ese “tiempo” ya sea tarde.

El remedio está en la prevención. Desde que nacen, los niños están en un continuo proceso de aprendizaje, por lo tanto es conveniente ser consciente de educar desde el principio, dando ejemplo coherente, constante y preciso.

Cediendo con frecuencia sólo le enseñaremos cómo ser perseverante. Aprendamos a decir no y no nos sintamos culpables por ello. Es necesario enseñarles que no todo se puede conseguir simplemente con pedirlo y mucho menos haciéndolo de formas inadecuadas (lloros, rabietas, etc.), ya que bajaría el límite de su nivel de tolerancia al mínimo y su capacidad de frustración, lo que acabaría redundando en el futuro inmediato del niño y a más largo plazo.


Cómo actuar

- Es importante no premiar ciertos comportamientos inadecuados en forma de risas o de gracia. A veces son realmente graciosos con sus actos, pero si son inadecuados, por muy simpáticos que parezcan, es mejor que no les prestemos atención, y si nos cuesta aguantar, salgamos de la habitación y riámonos fuera para que no vean que reciben una recompensa agradable por ello.

- Cuando realicen una conducta inapropiada lo mejor es ignorarla. Si manifiestan rabietas o pataletas se vuelve aún más aconsejable esta norma, que puede complementarse con algunas técnicas como el “Tiempo fuera” (consistente en llevar al niño a un habitación donde no pueda jugar ni divertirse durante un tiempo razonable, que coincide con la finalización de la conducta problemática) o el proponerle alguna actividad incompatible con la que está realizando y que ha promovido la rabieta. No obstante, estas técnicas deben usarse con cuidado y ser consultadas con un profesional que pueda evaluar correctamente la mejor forma de aplicarla en cada caso concreto.

- Pongamos límites claros y precisos estableciendo normas básicas y manteniendo nuestra palabra. Un ejemplo: antes de salir a la compra con ellos les decimos que sólo vamos a comprar lo que esté apuntado en la lista y no cedamos cuando lloriqueen. Si lo hacemos sabrán cuál es su mejor arma para conseguir sus deseos. Reconozcamos su frustración diciéndoles que sabemos que están tristes, pero mantengámonos firmes en la negativa a su capricho. Ellos tienen mucha paciencia, son insistentes y a veces es duro contenerse, pero si estamos una hora sin ceder a sus demandas y al final de ese tiempo lo hacemos, para ellos será como si tan sólo hubiesen pasado unos minutos y habremos echado a perder todo el esfuerzo invertido.

- La unión hace la fuerza. Ambos progenitores debemos estar de acuerdo tanto en la forma como en el modo de actuar para evitar que el niño se refugie en uno u otro logrando así “salirse con la suya”.

- Fíjémosnos cuando se están comportando bien y en ese momento prestémosles atención y hagámosles saber premiándoles mediante cariños, halagos o frases que les satisfagan.

- Inculquémosles el placer de compartir. Ayudemos a nuestros hijos a recoger sus juguetes e intentemos que no acumulen muchos, especialmente los que ya no usen. Digámosles que los vamos a donar a una asociación benéfica; así conocerán que hay otros menos afortunados que ellos y les ayudará a apreciar las cosas que tienen.

- Expliquémosles la diferencia entre querer y necesitar.

- No le sobornemos para que se porten bien. Si les decimos “si te portas bien te compro un helado” sólo conseguiremos que se habitúen a los regalos y se vuelvan insensibles a ellos. A partir de entonces los sobornos tendrán que ser cada vez mayores.

En resumen, decir que "no" a un niño debe hacerse tal y como se les dice “sí”, esto es, con cariño, sin alterarse ni dejarse arrastrar por sus posibles reacciones, diferentes ante un “sí” que ante un “no”. 

Manteniéndonos firmes en la decisión tomada nos facilitará pensar antes la respuesta que vamos a darles a su petición. Una vez decidida sostengámosla hasta el final; procuremos que el “no” sea consecuente con la petición y que no obedezca a nuestro estado anímico sino a la situación concreta: no les contestemos “no” porque estamos enfadados, cansados o por situaciones o comportamientos anteriores.

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