El afecto que reclaman nuestros hijos requiere de tiempo y espacio compartido.
En esta sociedad tan agitada, se tiene poco tiempo para estar juntos con la pareja o con los hijos. Ello preocupa y la defensa se hace diciendo que no importa tanto la cantidad de tiempo como la calidad, la intensidad del contacto. Se dice que es mejor una hora intensa que una tarde de tedio. Pero no todas las presencias son igualmente importantes.
Los niños necesitan la presencia de personas significantes, aun con mayor urgencia que el alimento. Es necesaria compañía auténtica, pues cuando ello no ocurre, los seres humanos se convierten en desnutridos afectivos.
Para que una presencia sea significante, para que cuente, no basta estar ahí, no es suficiente poner el bulto, es indispensable irradiar AFECTO. Es necesario desear estar con la persona y ella con nosotros. Ello implica hacer un acuerdo de tener tiempo juntos, de compartir un espacio común y manifestarse afecto de una forma adecuada.
También hay ausencias que son presencias, pues las personas lejos del hogar disponemos de recuerdos. Por ello se dice que una casa que ha sido habitada por afectos no será jamás un desierto desolado.
Podemos encontrar 4 combinaciones de presencia y ausencia:
PRESENCIA – PRESENTE: Podemos decir que para que se lleve a cabo debe de existir la unión de presencia física y presencia afectiva. Se necesita estar juntos. Para el desarrollo afectivo del niño son indispensables los paseos, el helado, el aprendizaje de montar en bicicleta, el cuento leído en compañía, la tarea hecha juntos… Aunque la presencia presente se manifiesta por el tacto, la caricia física, la sonrisa, el diálogo.
AUSENCIA – PRESENTE: aquí no está la presencia física pero si la afectiva. Se siente su ausencia presente. (Teléfono, cartas, flores, regalos, vidas, fotos..). Un hijo crecerá independiente y seguro con cierta ausencia presente, además sabrá valorar en su plenitud la presencia presente cuando la tenga. Que vaya a fiestas solo, que duerma con los amigos, que pase unos días con los abuelos… Está dosis de ausencia presente no debe de ser excesiva. Se deben evitar las ausencias innecesarias y por tiempo prolongado, en especial en los primeros años de vida de un niño.
PRESENCIA – AUSENTE: En este caso está el bulto de la persona pero nada más. Son presencias frías, lejanas, aisladas, a veces hostiles, agresivas y violentas. No manifiestan cercanía. El padre está metido en el trabajo que lleva a casa, los padres están sumergidos en el periódico, en el bar, en el hobbie que les obsesiona. Y en este caso el niño es como una interferencia, como una molestia.
AUSENCIA – AUSENTE: Aquí la persona no está y no significa. Se puede estar ausente por muerte de forma reconocida o ausente por paternidad irresponsable/ abandono de forma no reconocida por el niño.
Uno de los grandes deberes como padres es el de generar presencias presentes y ausencias presentes, con el fin de crear para los hijos un modelo de identificación, una constelación de afectos, una red de cariños.
A veces se cree que el tiempo es de calidad si es intenso, si a una actividad excitante le sigue otra. Ello no es así, es el afecto el que debe de ser intenso.
Cada actividad debe ser realizada gustosamente, manifestándole a nuestros hijos que su sola compañía es suficiente para llenar de alegría el tiempo compartido, el cual será de calidad únicamente si la presencia es presente. Y la ausencia solamente será constructiva si es una ausencia presente.
Párate a pensar y respóndete a ti mismo ¿Qué proporciono a mi hijo como padre?
Autora: Vanesa Hervás Martínez
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