domingo, 28 de diciembre de 2014

Menos es más

Controlar el número de objetos que los niños utilizan para jugar fomenta su creatividad, solidaridad e incluso permite que sus periodos de atención sean mucho más largos.

Los juguetes son el mejor amigo del niño, su regalo perfecto. Por eso los padres se han acostumbrado a saturar el entorno de sus hijos con cientos de objetos que les proporcionan diversión. Sin embargo, limitar la cantidad de juguetes es saludable para los pequeños y a largo plazo trae beneficios importantes. En pocas palabras: menos es más.

El exceso de juguetes evita que el niño desarrolle su imaginación. Los investigadores alemanes Rainer Strick y Ele Schubert en 1999 probaron que los menores no necesitan infinidad de objetos para divertirse. Estos científicos realizaron un experimento que consistió en retirar todos los juguetes de un salón de clases y dejar solo mesas y sillas. Después del aburrimiento inicial, los niños incorporaron estos elementos a sus juegos y terminaron inventando actividades con esos objetos.

Además de estimular su imaginación, en esta práctica los niños también aprenden a ser recursivos, pues tienen que resolver el problema de jugar con pocos materiales y objetos a la mano. Por eso también terminan aprendiendo el valor de la perseverancia y el reto que implica descifrar juguetes sobre los cuales no conocen su funcionamiento. Si el menor tiene múltiples opciones no se tomará el trabajo ni tendrá la paciencia de descubrir qué hay detrás de ese objeto desconocido.

Cuando un niño tiene un sin fin de alternativas para divertirse sus periodos de atención son muy cortos. Como siempre hay un juguete nuevo en línea de espera, los jóvenes no valoran el momento del juego y en cuestión de minutos pasarán a otro objeto. Por eso es muy común que, luego de la emoción inicial, los niños descarten y olviden los juguetes que pidieron insistentemente. Además, no cuidan los objetos porque siempre habrá un reemplazo a la mano.


Tener menos juguetes también le ayuda a los niños a ser más ordenados y a mantener sus habitaciones limpias. Así lo comprobó Ruth Soukup, una madre que desde 2010 maneja el portal Living Well Spending Less, quien un día decidió quitarles todos los juguetes a sus dos hijas como castigo.“Las niñas me miraron asombradas por algunos minutos y luego empezaron a ayudarme. Y así su cuarto estuvo limpio”, relató Ruth.

Después de tomar esta decisión, Soukup se dio cuenta de los beneficios que esto trajo para sus dos niñas. Notó que ellas se concentraban por más tiempo y con mayor facilidad. En vez de aburrirse sus hijas empezaron a colorear y a leer por más tiempo y pasaban toda la tarde jugando al escondite. Tanto así que Maggie, una de las hijas de Ruth, le dijo: “Esta bien que ya no tengamos juguetes, mamá, porque podemos leer y usar nuestra imaginación. Además no tenemos que limpiar todos los días”.

En el siguiente viaje que hicieron en familia sus hijas tampoco pidieron que les compraran juguetes pese a que pasaron por cientos de tiendas. “Son más capaces de apreciar las bendiciones que tienen y pueden disfrutar completamente el momento en el que están jugando. Ya no sienten la necesidad de pasar siempre a otra actividad. Son más creativas y pacientes, más inclinadas a compartir y empáticas a compartir con otros, pelean mucho menos”, escribió Ruth.

Desarrollar mejores habilidades sociales es otro de los beneficios de esta práctica. Los niños aprenden a compartir con otros y a tener mejores relaciones interpersonales, un hecho que va de la mano con que peleen menos y no sean egoístas, pues los juguetes son una fuente de discusión entre los menores. Si existen menos objetos para divertirse, los niños se verán obligados a compartir, colaborar y trabajar en equipo, capacidades que serán supremamente útiles en su proceso de crecimiento y adultez. Así que, papás, a comprar menos juguetes.

Fuente: Semana.com

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