martes, 6 de mayo de 2014

Los enemigos del dibujo infantil

El dibujo infantil es uno de los principales medios de expresión y comunicación de los niños, y surge de manera espontánea y natural desde los primeros años. Se considera además una de las principales manifestaciones creativas del ser humano junto con la música o la danza.

Probablemente sea porque es en estas actividades donde las personas podemos dejarnos ir más fácilmente según nuestra propia manera de ser. Pero esta facultad de crear que todos tenemos se ve mermada a medida que vamos creciendo. ¿Eso es porque cada vez somos menos creativos? En absoluto. Lo que sucede es que nuestra creatividad se va limitando desde los primeros años de diversas maneras. Veamos cuáles son las más comunes.


Estos son los principales elementos que interfieren y bloquean el proceso creativo en el dibujo infantil. Algunos de ellos son aplicables a otros medios de expresión, como puede ser la danza, el teatro, la música.

1. Los cuadernos de colorear
Es un recurso muy utilizado, pero ciertamente contraproducente. Si el dibujo es expresión, un modelo marcado desde fuera difícilmente va a sintonizar con algo que surge desde el interior. Es una forma sutil de dirigir el dibujo hacia unas formas concretas.

Al proporcionar un modelo el niño pierde la conexión con sus imágenes internas. Entiende que hay unas maneras concretas de hacer las cosas según unas formas estandarizadas. Hay poco margen a la propia experimentación. Menos mal que el coloreo puede ser mínimamente personal (casi siempre...)


2. Las aplicaciones de dibujo de los dispositivos táctiles
Es cierto que dependiendo de cada aplicación de dibujo su expresión va a verse más o menos condicionada y muchas incluyen cantidad de funciones para hacerla "más creativa". Pero no deja de suponer ciertos límites, como son el tamaño del soporte, la falta de movimiento corporal que acompaña al dibujo, el filtro perceptivo que supone la pantalla, etc.

3. Los concursos de dibujo
Lo primero que pensamos es ¿cómo va a ser negativo para un niño el reconocimiento social o ganar un premio? Pero lo es. En los concursos se le da valor al resultado en base a una cuestión estética según un modelo de belleza determinado.

Se perturba por tanto el objetivo natural del dibujo puesto que la expresión interior del niño se somete al juicio exterior de aquellos que votan.


4. Las clases de dibujo
Si conocéis las etapas evolutivas del dibujo infantil sabréis que hasta los 8 o 9 años el niño no muestra interés por representar la realidad a través de sus producciones gráficas. Hasta entonces el niño utiliza el dibujo principalmente para jugar y experimentar de forma totalmente desvinculada del producto que obtiene.

Es por ello que introduciendo la técnica de forma temprana se interrumpe este juego, donde el niño se expresa sin consideraciones estéticas ni realistas. Podemos variar los materiales, probar distintos instrumentos o introducir nuevos soportes de dibujo, pero la directividad debería ser la mínima requerida.

Si pasada esta etapa el niño quiere seguir explorando el arte y ampliar sus técnicas plásticas entonces sí es momento de tomar clases donde adquiera nuevos conocimientos y destrezas.


5. Las críticas y los elogios
Ambos son las caras de la misma moneda. Son juicios de valor, solo que los elogios son más positivos, obviamente.

Cuando emitimos juicios lo hacemos en base al modelo que cada uno de nosotros tenemos sobre algo y con ello pasamos el filtro a la realidad. Sin embargo, es algo totalmente subjetivo que depende únicamente de un punto de vista.

Al hacer un juicio de valor sobre un dibujo (crítica o elogio) estamos colocando por delante nuestra perspectiva adulta, y perdemos de vista que la forma de percibir del niño es totalmente distinta a la nuestra, de forma que le vamos haciendo ver las cosas desde nuestro enfoque y no el suyo propio. Además, supone también un condicionamiento a la hora de dibujar, ya que es la valoración de ese dibujo y no tanto el proceso creativo lo que dirigirá la acción del niño (¿Qué le parecerá? ¿Le gustará al otro?).

Podemos encontrarnos ante la situación de que el niño nos muestre su dibujo. Automáticamente pensamos que está buscando una valoración. Pero puede que lo haga por muchos otros motivos: hacernos ver de lo que es capaz, ver nuestra reacción ante su dibujo, compartir su alegría, etc. Es recomendable observar cuál es el objetivo profundo de ello para adecuar nuestra respuesta y no quedarnos en el típico "¡Qué bonito!" o "Aquí lo podías haber hecho mejor...".


6. Las etiquetas y las clasificaciones
Con ello me refiero al incesante interés por saber qué es tal o cuál cosa en un dibujo. "Ah, es un sol!" o "¿Aquí has dibujado un pájaro?".

Hasta los 4 o 5 años el niño no comienza a utilizar esquemas con los que identifica los objetos de la realidad y por eso los niños pequeños cambian su descripción de un objeto dibujado con mucha facilidad, primero puede ser un perro y luego un coche.

Incluso cuando han elaborado dichos esquemas, lo que para ellos es una cosa, probablemente no lo sea para nosotros. Por eso se hace innecesario diseccionar y averiguar cada elemento que representa. Es mejor que sea el propio niño el que haga su explicación. A veces con esperar unos segundos, el niño se pone a contar la historia de lo que en ese momento ha hecho. Y si no fuera así, ¿qué importancia tiene? Lo interesante aquí es que el niño tenga su espacio para expresarse libremente, sin sentir que debe "rendirnos cuenta" de lo que ha dibujado.


En definitiva vemos que todo aquello que tiende a homogeneizar la expresividad y conducirla de una manera determinada supone un bloqueo a la manera que tenemos de expresarnos. Porque la expresión es justamente un movimiento que surge de dentro hacia afuera y no al revés, y es por eso que cualquier intervención no requerida del exterior va a bloquear su natural manifestación.

Pero tampoco nos volvamos radicales. Puede que algún día el niño necesite reafirmarse y pida el reconocimiento de su obra o puede que sienta inquietud hacia la técnica de dibujar. Igual que no se trata de limitar la expresión, tampoco quiero transmitir la idea que debemos mantenernos totalmente al margen de cómo se exprese nuestro hijo. Sólo conociendo a cada niño, su forma de ser y sus necesidades podremos ajustar nuestra respuesta a aquello que necesita en cada momento.

Sin duda es todo un arte acompañar a nuestros pequeños, pero cuando somos padres o educadores, ¿hay un reto más estimulante que ese?

Autora: Judit Cueto

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