martes, 26 de noviembre de 2013

Claves para educar las emociones en casa

Actualmente tanto padres como educadores sabemos la importancia que tiene la educación emocional de nuestros hijos. En la práctica educativa, hay oportunidades para observar la influencia de las emociones sobre el aprendizaje cuando los niños:

- Son capaces pero no confían en su habilidad para resolver con éxito sus tareas.

- Les cuesta afrontar aprendizajes nuevos e intentan evitar el enfrentamiento.

- Resuelven con impulsividad y abandonan sus retos antes de lograrlos.

- La interacción social con sus compañeros favorece o dificulta su desempeño.

La lista podría ser larga y no acaba en la vida escolar de nuestros hijos. También está presente en nuestras familias.

Debido a las múltiples exigencias de los roles familiares y laborales que desempeñamos y la limitación de nuestro tiempo, nuestra mirada educativa se dirige a menudo a los hábitos, las tareas escolares y las normas. Centramos nuestro interés en revisar si nuestros hijos han hecho los deberes, se han lavado los dientes después de comer, se terminan el desayuno a tiempo para ir al colegio o si obedecen cuando les indicamos que es la hora de irse a dormir.

Sin darnos cuenta, olvidamos la relación directa que hay entre esas conductas que nos preocupan y las emociones.

La familia es la primera escuela de aprendizaje emocional y para desempeñar un rol de “maestros emocionales” de nuestros hijos nuestra principal herramienta es desarrollar la capacidad de ver la realidad desde su mirada de niños.

Sus experiencias son limitadas por su edad.

Desconocen algunas de las variables que forman parte de la realidad porque aún la están descubriendo.

Nos necesitan como figuras de seguridad para afrontar el miedo a lo desconocido.

Partiendo de esta mirada empática, es fácil tener presentes la importancia que tienen:

- El intercambio afectivo con nuestros hijos, espontáneo y expresado de manera verbal y no verbal.

- La aceptación incondicional, es decir, sentir que “nos gustan” nuestros hijos con sus fortalezas y sus debilidades, las cuáles les convierten en únicos y especiales.

- El tiempo exclusivo que les dedicamos, en el cual, nos aislamos del resto de preocupaciones y responsabilidades y les ayudamos a descubrir su valor existencial.


Si el afecto, la aceptación y el tiempo se convierten en herramientas que vivimos con emoción y felicidad, va a ser sencillo conectarse con la sabiduría natural que todos los padres tenemos para saber como se sienten nuestros hijos. Sin darnos cuenta, observaremos cómo expresan y viven sus emociones:

- En sus gestos y cambios corporales.

- En el vocabulario emocional que emplean al contar sus vivencias.

- En las dificultades que tienen para expresar ciertas emociones.

- En los cambios de humor con o sin causa.

- En lo que hacen después de sentirse enfadados, asustados o tristes.

- En las emociones que asocian a diferentes tareas diarias.

- En las preocupaciones que expresan.

- En las circunstancias que se muestran comunicativos y en las que evitan comunicarse.

- En la manera que tienen de hablar de sí mismos.

Por tanto, si nos ponemos en el lugar de nuestros hijos, no nos dejamos llevar por nuestras propias angustias y responsabilidades y observamos su funcionamiento con la intención de comprender y guiar, encontraremos dentro de nosotros mismos las claves para “educar con emoción” las emociones de nuestros hijos.

Fuente: PiensaPiensa

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